viernes, 23 de mayo de 2014

INTOLERANCIA: BARRICADA SUBJETIVA. Por: Guillermo Meléndez.



    Hace poco, en una reunión de conocidos,  se coló en la conversación temas políticos cotidianos a los cuales, algunas veces, evado por el clima de intolerancia que se respira, aunque otras veces  los debato siempre y cuando quien me adversa políticamente sea capaz de llevar  la conversación dentro del respeto y la tolerancia.   
     Al principio la conversación fue amena, agradable y lejos de toda sospecha de contrariedad puesto que la reunión, su palabra lo dice, es para eso para acercarnos  y convivir mutuamente el momento sin señales violentas, gestos, palabras discordantes u obscenas  que puedan lesionar la tranquilidad del otro, eso debe caracterizar a la reunión genérica  o específica, familiar, gremial o amistosa.
     Entre los  variados temas imanados a medida que hablábamos  como los de la inseguridad, la alimentación, la violencia desatada por el sector político de derecha, hubo uno que levantó mucha “roncha”, el tema petrolero. Cada uno a su manera aportaba o restaba a la opinión que se tiene de P.D.V.S.A. A nadie se dejó de escuchar pero tampoco nadie deslumbró porque ninguno, se sabía de antemano, era  experto petrolero.
     Las finanzas, la inversión o reinversión, la explotación y la producción, saltaron en la conversación en la cual no me fue difícil exponer que a partir de la nueva Ley de Hidrocarburos, promulgada por el Cmdte Chávez,  y  a pesar de los zarpazos que recibió la patria en el 2.002 y 2.003 producto de una decisión soberana sobre la industria petrolera, las finanzas petroleras habían sido redireccionadas  hacia nuestro territorio y ,por primera vez en la historia,  así  los venezolanos   comenzaron a gozar  de ciertos beneficios  derivados de la renta petrolera  que si bien es cierto no es lo planteado en el mediano y largo plazo, era necesario para alcanzar algunos niveles de justicia social en lo inmediato.
     Pero no es el debate en esencia  lo que quiero significar dado que no hubo relevancias que superen lo que a diario le escuchamos  a los más  avezados en la materia sino el comportamiento, la gestualidad y, mayormente,  las palabras usadas para defender   o  atacar una opinión expresada sobre la mesa.  Intuyo que el nivel adrenérgico es exacerbado para quien huye o ataca como mecanismo de  defensa  natural  ante peligros o amenazas pero pasa a ser patológico para quien  está sentado sobre una mesa debatiendo sobre temas determinados puesto que es solo  eso, una conversación que no está atentando contra su vida. Los niveles adrenérgicos exacerbados, en ambos casos,  encienden alarmas en el cuerpo como cambios de coloración en la piel, pupilas dilatadas, aumento del ritmo cardiaco, respiración acelerada, aumento del tono muscular, etc. Esta situación, en el caso patológico, nos pone en frente de una persona iracunda, rabiosa y hasta peligrosa para quien le adverse su opinión creándose de esta manera una barricada subjetiva lo que hace imposible continuar con  el debate.
     La intolerancia puede ser controlada cuando la internalizamos, la hacemos consciente y, en consecuencia, esto nos lleva a bloquear todo estímulo que genere ira, odio y violencia. Los contrarios pueden serlos pero cuando debaten con altura, a pesar de no estar tan relajados, lo hacen dentro del respeto lo que les permite convivir mutuamente a pesar de las adversidades. No permitamos barricadas subjetivas devenidas desde dentro de nosotros; permitamos al otro expresarse libremente; si lo hace y para ello usa la barricada tumbémosla cambiándole el tema, tumbémosla aislándole, tumbémosla haciéndonos “los locos” con ello, quizás, estaríamos dando lección y razón de que los humanos somos una especie altamente sociables, lo contrario, el que pone barricadas, no puede vivir con el grueso de la especie y merece tratamiento para reinsertarlo a la sociedad renovada y necesaria.

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