Hace
poco, en una reunión de conocidos, se
coló en la conversación temas políticos cotidianos a los cuales, algunas veces,
evado por el clima de intolerancia que se respira, aunque otras veces los debato siempre y cuando quien me adversa
políticamente sea capaz de llevar la
conversación dentro del respeto y la tolerancia.
Al principio la
conversación fue amena, agradable y lejos de toda sospecha de contrariedad
puesto que la reunión, su palabra lo dice, es para eso para acercarnos y convivir mutuamente el momento sin señales
violentas, gestos, palabras discordantes u obscenas que puedan lesionar la tranquilidad del otro,
eso debe caracterizar a la reunión genérica
o específica, familiar, gremial o amistosa.
Entre los variados temas imanados a medida que
hablábamos como los de la inseguridad,
la alimentación, la violencia desatada por el sector político de derecha, hubo
uno que levantó mucha “roncha”, el tema petrolero. Cada uno a su manera
aportaba o restaba a la opinión que se tiene de P.D.V.S.A. A nadie se dejó de
escuchar pero tampoco nadie deslumbró porque ninguno, se sabía de antemano,
era experto petrolero.
Las finanzas, la
inversión o reinversión, la explotación y la producción, saltaron en la
conversación en la cual no me fue difícil exponer que a partir de la nueva Ley
de Hidrocarburos, promulgada por el Cmdte Chávez, y a
pesar de los zarpazos que recibió la patria en el 2.002 y 2.003 producto de una
decisión soberana sobre la industria petrolera, las finanzas petroleras habían sido
redireccionadas hacia nuestro territorio
y ,por primera vez en la historia, así los venezolanos comenzaron
a gozar de ciertos beneficios derivados de la renta petrolera que si bien es cierto no es lo planteado en
el mediano y largo plazo, era necesario para alcanzar algunos niveles de
justicia social en lo inmediato.
Pero no es el
debate en esencia lo que quiero
significar dado que no hubo relevancias que superen lo que a diario le
escuchamos a los más avezados en la materia sino el comportamiento,
la gestualidad y, mayormente, las
palabras usadas para defender o atacar una opinión expresada sobre la mesa. Intuyo que el nivel adrenérgico es exacerbado
para quien huye o ataca como mecanismo de
defensa natural ante peligros o amenazas pero pasa a ser
patológico para quien está sentado sobre
una mesa debatiendo sobre temas determinados puesto que es solo eso, una conversación que no está atentando
contra su vida. Los niveles adrenérgicos exacerbados, en ambos casos, encienden alarmas en el cuerpo como cambios
de coloración en la piel, pupilas dilatadas, aumento del ritmo cardiaco,
respiración acelerada, aumento del tono muscular, etc. Esta situación, en el
caso patológico, nos pone en frente de una persona iracunda, rabiosa y hasta
peligrosa para quien le adverse su opinión creándose de esta manera una barricada subjetiva lo que hace
imposible continuar con el debate.
La intolerancia puede ser controlada
cuando la internalizamos, la hacemos consciente y, en consecuencia, esto nos
lleva a bloquear todo estímulo que genere ira, odio y violencia. Los contrarios
pueden serlos pero cuando debaten con altura, a pesar de no estar tan relajados,
lo hacen dentro del respeto lo que les permite convivir mutuamente a pesar de
las adversidades. No permitamos barricadas subjetivas devenidas desde dentro de
nosotros; permitamos al otro expresarse libremente; si lo hace y para ello usa
la barricada tumbémosla cambiándole el tema, tumbémosla aislándole, tumbémosla
haciéndonos “los locos” con ello, quizás, estaríamos dando lección y razón de
que los humanos somos una especie altamente sociables, lo contrario, el que
pone barricadas, no puede vivir con el grueso de la especie y merece
tratamiento para reinsertarlo a la sociedad renovada y necesaria.